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El corazon de crystal

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El Corazón de Cristal

Mónica Leal Gallardo

Cerca de la cordillera de los Andes, rodeada por altas montañas de blancas cumbres y milenarios bosques de alerces había una mística laguna de forma redondeada y de aguas transparentes.

Excepto por las criaturas del bosque o las aves que surcan los cielos muy pocos ojos humanos se habían posado en ella por eso parecía increíble que hubiera allí una vieja pero hermosa cabaña de descanso.

El lugar era en sí el mismísimo paraíso perdido.

El doctor Celiz la había comprado a su viejo colega el doctor Meissner.

Ya estoy muy viejo para llegar hasta allá – había dicho – pero la magia de ese lugar vivirá siempre en mi corazón -.

¿A que se refería Meissner con lo de la magia?

¿Tendría algo que ver con el accidente del que salvó milagrosamente?

¿Acaso creía él en los mitos que habían hecho famosa a esa región?

Al llegar a aquella cabaña y a su idílico entorno, el Dr. Celiz sintió que había hecho “la inversión de su vida” y al inhalar profundamente aquel purísimo aire le pareció comprender a que se refería su colega con lo de “la magia del lugar”.

Mientras el doctor y su esposa bajaban las maletas del auto y hacían reconocimiento de la cabaña y su entorno, la pequeña Kimmy decidió explorar.

Difícil es realizar actividades sin despegar la vista de una criaturita de 2 años, sin embargo, en ese momento, la madre y el padre se encontraban tan maravillados con el lugar que lo único que deseaban era instalarse pronto para luego poder disfrutar.

Absortos desempacando, no se dieron cuenta de que la pequeña salió por la puerta trasera. Sus redondos y vivos ojos saltaban de un lado a otro maravillados con cada nueva cosa que veía.

Frente a ella, un muelle de madera rústico conducía varios metros dentro de la laguna. Un viejo bote se encontraba atado a uno de los pilares y no había ninguna baranda que ofreciese protección o apoyo.

Kimmy avanzó por el muelle con la vista fija en el viejo bote. Cuando llegó hasta el borde, sus pequeños pasitos se detuvieron. Le llamó mucho la atención que el agua era como un espejo. Mirar la laguna era ver el cielo, las nubes, los altos alerces y las cumbres nevadas.

Finalmente su mirada se detuvo en el viejo bote y sin dudar se imaginó lo entretenido que sería pasear en él.

A continuación comenzó a buscar una forma de llegar hasta él…casi con desesperación observaba el viejo cordel con el cual el bote permanecía atado.

Tiró de él y este lentamente comenzó a acercarse. La nitidez de los reflejos por un momento desapareció y las ondas provocadas por la niña comenzaron a alejarse hacia el centro de la laguna.

Es increíble lo que puede pasar en tan pocos segundos. Con gran dificultad intentó bajar por los pilares para subirse al bote, sin embargo, en un instante su pie resbaló, sus manitos se soltaron y cayó al agua… Lentamente comenzó a hundirse de cara al cielo, le parecía ver las nubes a través de un frío velo y se sintió sumida, primero en un letargo y luego en un sueño y como transportada por suaves manos, lentamente llegó ante una grieta en el fondo de la laguna.

Si bien en el mundo de los bebés hasta las cosas más extrañas pueden parecer normales… y viceversa, lo que había al otro lado de aquella grieta hizo que los ojitos de Kimmy se abrieran tan redondos como dos lunas llenas en la noche más hermosa… Un mundo habitado por transparentes, bellos y estilizados seres de agua se abría paso ante sus ojos.

La paz reinante en este lugar era tan intensa que Kimmy olvidó inmediatamente el susto de la caída. No sentía frío, no le faltaba el aire, nada la angustiaba… ¡todo era perfecto! Su inquieta mirada lo exploraba todo, extendiendo sus manitos quería tocar a cada uno de los seres de agua que se acercaban a observarla. Nadie hablaba pero todos sonreían amistosos e irradiaban paz y tranquilidad.

Los seres de agua nadaban ágilmente, como los pingüinos o las focas. También podían ponerse de pie y caminar y caminando fue que Kimmy y su nueva amiga penetraron dentro de una gran burbuja que para ellos era lo que nosotros llamamos “casa”.

Allí dentro, otro de estos seres de agua se acercó a recibirlas… dirigiéndose a la que traía a la niña, sin pronunciar palabra mantuvieron el siguiente diálogo.

– ¿Por qué la has traído a nuestro mundo? Sabes bien que los humanos no deben conocernos.

• Mírala Karhel – ¿no ves a quien se parece? –

• Sí Vani, lo noté en cuento la vi. Se parece a nuestra pequeña Nihz quien murió precisamente por salvar a un humano.

– El se hubiera ahogado de no haber sido por ella. Su noble espíritu no la dejó permanecer indiferente, por eso lo ayudó. Su sacrificio no fue en vano.

– También tú te has arriesgado Vani, sabes bien que el contacto con el aire es mortal para nosotros.

– Sí Karhel, lo sé…pero ella se hubiera ahogado si yo no hubiese estado ahí, por eso la he traído…Mírala Karhel, es igual a nuestra pequeña Nihz.

– Sabes bien que no pertenece aquí Vani. Su mundo está allá arriba, con los seres humanos, con el aire, con sus padres. Ellos estarán tan tristes si la pierden como lo estuvimos nosotros.

– Lo sé Karhel, solo déjame estar con ella un momento, luego, de alguna forma, la ayudaré a regresar.

Dicho esto, el silencioso diálogo terminó. Karhel nadó calmadamente y sin mirar atrás salió de la burbuja. Vahne tomó a la pequeña de la manito y la condujo a otro recinto que sería para los humanos “el dormitorio de un niño”.

Allí Vani tomó varios objetos y junto a Kimmy se sentó en el suelo. Puso los objetos frente a ella y la miró con ternura.

Todos eran objetos transparentes con un brillo maravilloso. Había distintos cuerpos geométricos, esferas, cubos, pirámides, cilindros… Las manitos de Kimmy vacilaron un poco, no sabía cual de todos tomar primero… finalmente se detuvieron sobre un corazón. Lo tomó y lo observó con detenimiento y una alegre sonrisa se dibujó en su carita mientras se lo mostraba a Vani.

– ¿Te gusta? – preguntó Vani sin pronunciar palabra. – También era el favorito de mi Nihz -.

Largo rato permanecieron sentadas así. Kimmy fascinada con los juguetes de cristal y Vani contemplando a la pequeña sintiendo en su corazón una emoción imposible de describir.

Difícil es medir el tiempo que pasó…para la niña minutos, para Vani solo segundos… afuera de aquella burbuja el mundo de los seres de agua bullía en un movimiento armónico y desacelerado.

Llegado el momento en que Kimmy mostró deseos de salir del lugar, Vani tomó el corazón de Cristal, le puso una cinta plateada y amorosamente lo colgó alrededor del pequeño cuello de la niña.

Muy feliz con su nuevo regalo, Kimmy continuó recorriendo el lugar. Tomó las transparentes paredes de la burbuja y miró maravillada los suaves colores de este escondido mundo.

De pronto sintió que suavemente la tomaban de la mano.

Vani la condujo a la salida y nadando ágilmente llevó a la niña a través de la grieta de vuelta a la laguna… Kimmy miraba fijamente el bote mientras con sus manitos tiraba del cordel y lo atraía hacia el muelle. Cuando este golpeó suavemente uno de los pilares se oyó la voz de su madre muy angustiada…

– ¡Kimmy cuidado! Hijita, que susto nos has dado mi amor, ven conmigo adentro mientras terminamos de desempacar. No puedes estar aquí solita, ¡te puedes caer al agua!- Dicho esto, tiernamente la tomó en sus brazos, la besó y la l levó a la cabaña… Esa noche ya instalados en la cabaña, la madre llevó a Kimmy a la cama. Era una hermosa noche de verano, el cielo estrellado y una brillante media luna eran el marco perfecto para aquel mágico paraje cordillerano.

Mientras le cantaba una canción de cuna la madre fue desabrochando la blusita rosada de Kimmy, sin embargo, que sorpresa se llevó al ver que sobre su pechito colgaba un hermosísimo corazón de cristal atado a una cinta plateada.

– ¿Y esto Kimmy? , ¿Dónde lo has encontrado? – preguntó con extrañeza y admiración… Alguien debe haberlo olvidado en algún cajón… No había forma alguna de que la madre comprendiera la respuesta cuando la bebé pronunció alegremente la palabra “Vani".

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