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Sueños de luna

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Sueño de Luna

Marisol

 

Como verán, esto ocurrió en un día normal, como todos los días. Nadie se daba cuenta de que pasaba algo raro, nadie, excepto una niña de 10 años.

Ella estaba en clases, en una aburrida clase de Comunicación, en donde la profe les hacía leer un cuento. Se sentía muy aburrida, tanto que se dio cuenta de que no había avanzado nada en la lectura.

Su nombre era Luna, y le pusieron así porque nació en una noche de luna llena. Creía en cosas que, últimamente, los chicos de su edad ya no creían. Bueno, de eso se trata la historia.

Cuando estuvo decidida a terminar de leer todo, sintió que alguien tocaba su hombro. Ella, entonces, se dio vuelta para pegarle a la persona que lo hizo, pero se dio cuenta de que era ella la que estaba detrás de todos sus compañeros, al fondo del salón.

Pensó que solo era su imaginación, y siguió leyendo. Otra vez sintió que alguien le tocaba el hombro, y ahí, ella se dio vuelta muy rápido, y se encontró con un niño.

El niño era muy raro: su cabello estaba parado y era de color verde. Sus ojos parecían dos zafiros, y tenía un punto en la frente, como los hindúes lo tienen al representar su 3º ojo. Sus ropas eran plantas, que le cubrían todo el cuerpo, y tenía alas, como lo tienen los ángeles. Luna se dio cuenta de que no era un compañero de clase, y ningún alumno del colegio.

– ¿Quién eres?- le preguntó Luna al niño.

– Soy Zafiro- le contestó.

– ¡Qué nombre tan raro! Yo me llamo Luna.

– Creí que eras humana.

– ¡soy humana! Mi nombre es Luna. ¿Tú no eres humano?

– Bueno, tengo alas, los humanos no la tienen. Ya te dije que soy un Zafiro.

– ¿Y cual es tu nombre?

– No tengo nombre.

– ¿Y cómo te llaman?

– Zafiro.

– Pero…

Luna se dio cuenta de que todos la miraban. Pues claro, imagínense ver a alguien hablar solo, así de repente.

– Él comenzó- dijo Luna a la profesora, indicándole a Zafiro.

– ¿Quién?

– ¡pues él! ¡Está justo enfrente tuyo!

– LO UNICO QUE VEO ES UNA NIÑA QUE SERÁ LLEVADA A LA DIRECCIÓN, POR INTERRUMPIR LA CLASE Y POR INVENTAR OTRO DE TUS PERSONAJES IMAGINARIOS. Pienso que ya no tienes remedio…

Luna comprendió que solo ella podía ver y sentir a ese niño. Tuvo ganas de golpear a ese niño por meterla en un lío al interrumpir su lectura.

– ¿Pero cómo es que yo nomás puedo verte?- le preguntó Luna, luego de encerrarse en su pieza, ya que estaba castigada.

– Porque solo tú crees en cosas que los chicos de tu edad ya no creen- explicó Zafiro.

– Me metiste en un lío.

– Perdóname, pero la próxima vez utiliza tu pensamiento para comunicarte conmigo. Tampoco te servirá que me golpees, soy muy rápido y puedo desmaterializarme también.

– Pero nunca te dije que te iba a pegar.

– Lo dijiste en tu pensamiento.

Y Luna se sorprendió otra vez. Ese ser extraño sí que sabía de telepatía.

– ¿En qué estoy pensando ahora?- le preguntó Luna a Zafiro, y lo primero que le vino en la mente era una estrella fugaz que vio la semana pasada.

– Tuviste suerte de verla- dijo Zafiro- ¿Y pediste un deseo?

– Sí, pero aún no se me cumplió.

Zafiro miró a Luna fijamente a los ojos. Luna tuvo la sensación de que él estaba viendo sus recuerdos, nomo una visión de rayos X.

– ¡No seas exagerada!- le dijo Zafiro y empezó a reírse.

– Otra vez leíste mi pensamiento.

– También supe tu deseo, y te quiero decir que muy pronto se te cumplirá ese deseo que tienes.

Ya a la noche, cuando Luna estaba durmiendo, Zafiro tocó su cabeza, y le dijo: “despierta Luna, llegó la hora”.

Luna se despertó, y Zafiro abrió su ventana. Había un caballo con alas afuera.

– ¡Pegaso!- dijo Luna muy impresionada.

– ¿Quieres montar en él?- le dijo Zafiro.

Luna se subió, y detrás de ella Zafiro. El caballo movió sus alas, y empezó a volar.

Parecían que se habían transformado en el viento, que pasaba a través de las hojas de los árboles, y a través de la gente que caminaba por la calle.

Luna se dio cuenta que nadie los veía, y Zafiro le dijo que los humanos, generalmente, son totalmente ciegos para ciertas cosas, y los que no lo son, se los consideran muy raros.

De repente, apareció en el cielo una bandada de pájaros azules, del tamaño de Pegaso. Eran 40 en total, y cada uno tenía encima a una princesa de vestidos blancos y cabellos de oro.

– mira, son las princesas del cielo- le dijo Zafiro a Luna.

– ¿Adónde van?

– Van a las Pléyades. ¿Quieres venir?

– ¡Pues claro!

Y así, Pegaso siguió a esos pájaros azules, y con ellos se unieron otros caballos alados, y cada uno tenía a un niño encima, iguales a Zafiro. También se acercaron hadas de diferentes colores, con una flor cada una. Se acercaron también otros seres más, y eran tan extraños que uno no los podía describirlos totalmente.

Cada vez se acercaban más a las estrellas. Luna sentía cómo volaba a gran velocidad.

Todo eso fue tan maravilloso, y fue más aún cuando de repente se encontraron en un hermoso lugar, donde no existía el mal y donde vivían todos los seres que ella creía.

– Bienvenida al paraíso- le dijo Zafiro, y aparecieron ante ella dos ángeles, que le daban la bienvenida.

Ella se quedó muda. No sabía qué decir, y lo único que consiguió fue llorar de la emoción. Su deseo se hizo realidad, el deseo de darse cuenta de que aún existen cosas bellas, y que por fin conocía un lugar mejor, donde nadie se burlaba de ella en la escuela, nadie le pegaba por cualquier cosa y nadie le decía que sus sueños eran tonterías.

A billones de años luz de ahí, en la casa de Luna, se hacía un velorio, ya que encontraron a Luna muerta encima de su cama. Luego de que le hicieron la autopsia, los doctores dijeron a los padres que ella había sido envenenada. El papá y la mamá, entonces, se dieron cuenta del error que habían cometido en maltratarla, y no darle oportunidad de hacerla crecer en su imaginación. Ellos no sabían quién la había envenenado, pero con el tiempo, descubrieron que fue unas pastillas, que siempre le daban para que pudiera dormir. Se sobrepasaron en la dosis, y eso hizo que perdiera el conocimiento, entrara en coma, y finalmente muriera.

Vivieron durante toda sus vidas en la amargura, y no se daban cuenta de que Luna era feliz en el lugar en donde le llevó Zafiro, donde uno es eterno y no conoce la muerte que siempre nos alcanza en algún momento de nuestras vidas.

 

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