Iba a celebrarse un congreso sobre la mente al que tenian que asistir un buen numero de eruditos especializados en el terra. Para tat fin, un grupo de ellos debia viajar de su ciudad a aquella otra en la que iba a tener lugar el acontecimiento. Para cubrir el trayecto, los eruditos tomaron el tren y consiguieron un compartimiento para ellos solos. Nada mss acomodarse en el compartimiento comenzaron a hablar sobre la mente y sus misteriosos mecanismos. El tren se puso en marcha. Todos proporcionaban sus pareceres y llegaron al convencimiento comun y compartido de que to moas necesario era cultivar y desarroliar la atenci6n mental.
-Si, ya nada hay tan importante como permanecer alerts -declaraba uno de ellos enfaticamente.
-Se requiere el cultivo met6dico de la atencion -recalcaba otro.
-Hay que aplicarse al entrenamiento de la atenci6n; eso es to esencial -afirmaban algunos.
Asi hablaban y hablaban sin cesar sobre la necesidad de estar atentos, vigilantes y perceptivos; sobre la conveniencia de establecerse en una atencibn despierta y plena.
El convoy seguia su mon6tona marcha. Pero una via estaba en malas condiciones y descarril6 sin que pudiera evitarlo el maquinista. El tren se precipit6 por un enorme barranco, dando innumerables vueltas, hasta que al final se detuvo estrellandose en las profundidades del mismo. Los eruditos seguian polemizando acaloradamente, insistiendo en la necesidad de elevar al m"aximo el umbral de la atencibn, pero ninguno de ellos se habia percatado del accidente. Declaraban que habia que tener la mente tan atenta que ni el vuelo de una mosca pasara desapercibido. Seguian apasionadamente debatiendo sobre la mente y la atencibn, con sus cuerpos amontonados unos sobre otros, todos ellos ignorantes del percance.
El Maestro dice: No es a traves de la palabra ni la polemica como un ser humano asciende a la cima de la consciencia, sino a traves de una motivacion firme y una practica inquebrantable.