Es la persona que padece daño por culpa propia, por culpa ajena o por caso fortuito. No debe entenderse el término daño en un sentido estricto de damnificado, ya que en ciertos tipos de delitos el sujeto pasivo que sufre la acción criminal puede ser distinto de quien sufre el acto jurídico nocivo. Así sucede por ej., cuando se roba a quien no es el verdadero dueño de la cosa robada. Según la Declaración de las Naciones Unidas de 1985: "Se entenderá por víctimas a las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados miembros, incluida la que proscribe el abuso del poder". O sea que se considera víctima de una delito: al que sufre directamente el daño; a los familiares o dependientes inmediatos de la víctima directa; a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización. Benjamín Mendelshon clasificó a las víctimas cualitativamente según el grado de partición en: a) víctima inocente: aquella que nada hizo para desencadenar la acción criminal; b) víctima por ignorancia: es la que en forma irreflexiva provoca su propia victimización facilitando la actuación del agresor; c) víctima provocadora: es la que con su provocación incita al delito; d) víctima voluntaria: colabora con el victimario (ej: eutanasia); e) víctima agresora: simula una agresión de la que no fue objeto, victimizándose.
