Un recluso iba a ser trasladado de una a otra prisio"n y para ello debia atravesar toda la ciudad. Le colocaron sobre la cabeza un cuenco lleno de aceite hasta el borde y le dijeron:
-Un verdugo, con una afilada espada, caminara detras de ti. En el mismo momento en que derrames una gota de aceite, to rebanar la cabeza.
Se saco al recluso de la celda y se le coloco un cuenco sobre la cabeza. Comenzo a caminar con mucho cuidado, en tanto el verdugo iba detras de 61. Habia llegado a pleno centro de la ciudad, cuando, de subito, tambien Ilegaron al mismo lugar un grupo de hermosisimas bailarinas. La pregunta es: Logro el recluso no ladear la cabeza para mirar a las bailarinas y asi mantenerla a salvo, o, por el contrario, negligentemente, miro a las bailarinas y lo perdio?
El Maestro dice: Los que no permanecen atentos es como si ya estuvieran muertos.